Acerca de…Decir adiós a un grande

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ImageCuando tenía diecinueve años le pregunté a mi novio en turno, cuya opinión en cultura yo apreciaba mucho, de que se trataba “Cien años de soledad”. Él me dijo muy seriamente que era un libro aburridísimo que se trataba de un tipo que se llamaba igual que otro tipo y que a lo largo del libro no iba a encontrar más que nombres repetidos una y otra vez. Yo que por aquél entonces era ingenua e impresionable, le creí todo lo que me dijo y pospuse la lectura del libro por un par de años.

Un día descubrí una edición vieja en el departamento de un amigo y se lo pedí prestado. Ese día mi vida cambió para siempre y viví por primera vez un apasionado romance literario con Gabriel García Márquez y los habitantes de Macondo. Durante el tiempo que me tomó leer el libro, difícilmente dormía porque no podía parar de leer; salía con amigas o con el novio y media hora después lo único que quería era regresar a casa porque no podía vivir con la zozobra y la incertidumbre de no saber que les estaba pasando a los Buendía durante mi ausencia. Siendo la lectora apasionada y sensible que soy, lloraba, reia, cerraba el libro para maldecir y hacía comentarios en voz alta en las madrugadas cuando me encontraba en alguna de las situaciones dolorosas de la historia.
“Cien años de soledad” se convirtió a partir de entonces en mi libro de cabecera , en mi guía para la vida y la Filosofía y lo leí al menos una vez al año durante quince años. He leído casi toda la obra de García Márquez, lo he amado, lo he odiado y lo he vuelto a querer una y otra vez.  He conseguido hermosas ediciones de  sus libros en pasta dura, he atosigado hasta la muerte a quien viaje a Colombia para que me traiga  bellas ediciones colombianas y colecciono ediciones en distintos idiomas de “Cien años de soledad”. Como autor favorito, nunca, pero de verdad , que nunca me decepcionó, así que  me siento con toda la autoridad del mundo para poder decir que Gabriel García Márquez forma y formará siempre parte de mi vida y parte de mi crecimiento no sólo como escritora, sino como ser humano. La obra de Márquez la llevo dentro de mí como se lleva un regalo muy preciado y es en mí ,como en sus millones de lectores  alrededor del mundo, parte de esta identidad latinoamericana que él mísmo dignificó y exaltó.
Bendito sea este oficio de escritor porque hoy que Gabo ha muerto, su obra vive; ésa, la muerte no se la puede ni se la podrá llevar.

El diecisiete de Abril, mi amiga y escritora Gaby Figueroa me mandó un mensaje de texto con la noticia del fallecimiento de Márquez, yo le contesté con una sola palabra, una palabra que sólo tiene sentido si la lees o si la dices con acento colombiano y en el contexto de “cien años”, una palabra que adoro desde el día en que salió de los labios  y el corazón inconforme de Úrsula Iguarán:

“Carajo”.

 

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